Los críticos han destacado la perfección estilística del lenguaje que utiliza y de haberse constituido en la voz de los más necesitados, de todos aquellos insatisfechos que expresan su descontento con la desigualdad social existente, que esperan un mejoramiento de las condiciones de vida y una existencia más humana y plena para todos. Su obra narrativa se inclina a la denuncia de la situación de seres marginados en diversos ámbitos de la sociedad, como los campesinos y las mujeres, vistos de su complejidad humana y no sólo como sujetos sociales. En otros momentos, reflexiona sobre nociones tan complejas como el sentido de la vida y la muerte. Los temas de la infancia y algunos aspectos de la historia nacional son también objeto de algunas de sus obras.

            Ha ocupado diversos cargos en la administración pública y fue directora de la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje de la Universidad Nacional.  Estudió en el Colegio Superior de Señoritas y luego obtuvo una licenciatura en filología en la Universidad de Costa Rica. Viajó a Francia donde realizó estudios de Sociología de la Literatura. Ha sido colaboradora del Patronato Nacional de la Infancia y del Instituto de la Familia.

            En 1969 fue galardonada con el Premio Aquileo J. Echeverría por su obra La estación que sigue al verano y luego otro por Los marginados. En 1996 se le otorgó el Premio Nacional de Cultura Magón como un reconocimiento a su aporte literario e intelectual.